Pobres, indigentes y caraduras.

posted under by Andrés Gimeno
No me tengo por persona agarrada, todo lo contrario cualquier persona o conocido que solicite mi ayuda del tipo de que sea, me presto a ello  y esto hace que a la larga te lleves grandes decepciones. Está claro que cuando alguien pide tu ayuda y se la brindas no estás pensando en ¡ya me lo devolverás! pero cuando alguna vez vez que la persona que ayudaste alguna vez te vuelve la espalda cuando tu lo necesitas como ser humano duele, pero cuando se tiene un carácter como el mío desgraciadamente no se aprende. Todo esto viene a cuento de que estoy cansado cada vez que aparco mi coche en la zona azul tenerme que rascar el bolsillo en busca de alguna moneda extra para el pedigüeño de turno. No sé si lo pago por bondad o por miedo a encontrarme un desperfecto en mi coche cada vez que vuelva, pero cada vez me cansa más tener que pagar este pequeño impuesto revolucionario que si sumas el importe al mes resulta que te has dejado un pico.
Algo parecido me ocurría cada vez que me acercaba a hacer la compra semanal a un supermercado con parking de la ciudad. No doy nombre pero es fácilmente identificable, siempre había un chico joven al lado de los carros de la compra que revoloteaba alrededor tuyo o tenía liberado un par de carros por si en aquel momento no llevabas monedas;  te dejaba uno, estaba claro que te lo prestaba pues cuando lo devolvías a su lugar siempre le dejaba alguna moneda. Durante bastante tiempo estuve viendo a este chico que parecía jovencito, un día me pidió si tenía ropa usada que él la recogía también. Era como si este chico perteneciera al supermercado, siempre estaba allí. Un día paseando por la ciudad me lo encontré con una niña de unos dos años, en seguida me reconoció y me  saludo, le dije que graciosa la pequeña, le pregunte  si era su hermana. No, era su hija pero lo que más me llamaba la atención era la cantidad de oro que podía llevar aquella criatura. No entiendo si cada cual en su casa se mata a hacer números mes a mes como era posible que este señor tuviera por profesión pedir no tuviera reparos a exhibir a su hija más adornada que un árbol de navidad en diciembre.  Entiendo que pueda formar parte de su cultura, pero cuando no hay para comer no hay para adornos y eso lo saben en muchas casas que sufren la crisis que nos azota y miden hasta el último céntimo que tienen. Personalmente me sentí estafado con este chico y no volví a darle ni una sola moneda, prefiero dársela a alguien que le va a dar un mejor provecho.
El otro día en otro supermercado de la ciudad había un señor pidiendo, a la entrada te decía no tengo trabajo, tengo hijos, lo de siempre vamos. Cuando salí esperaría algo. Parece ser que tenemos obligación de dar,  no sé donde está escrito. Pero cuando pasé,  sin darle nada empezó en voz alta a decir ¡ay que ver lo que tenemos que aguantar! Me callé pero me apetecía darme la vuelta y contarle la situación económica de muchos conocidos que están en sus casas, buscando el pan para sus hijos discretamente. Yo ya pago mis impuestos, mis facturas y doy mi dinero a quien quiero y me da la gana, lo tengo claro que a esta gentuza que se ubica en estos centros comerciales no les doy un céntimos, es más invitaría a los demás a que no lo hicieran y si tienen necesidad de ayudar a alguien que se dirijan a asociaciones o personas que de verdad lo necesitan. ¡Estoy harto de estos jetas que cada día pululan por la ciudad!                  

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